jueves, 27 de enero de 2022

Hace tiempo no me sentaba solo para escribir,
es que el tiempo vuela dicen por ahí, y ni las aves pueden atraparlo.
Y siento que a medida que pasa el tiempo me voy quedando con menos palabras,
a veces en un día ya agoto la mayoría y no me quedan más para usar.

Y hoy mirando hacia los árboles me cuestiono la soledad, 
lo imponente y grande que se siente.
Aún con gente, aún con música, aún con ruido.
Y es que la muerte siempre susurra en tu oído
y te recuerda ese gran vacío que deja.
Ese rastro imborrable como una sombra que no desaparece ni en la oscuridad.

Y es que a veces deseo no sentir,  nada en absoluto, pero no es lo que me enseñaste.
Y aunque te extrañe, tengo que seguir como tú lo querías.
Que aunque no me viste crecer, graduarme, casarme o mudarme,
siempre te imaginé en el marco de la puerta,
con tu sonrisa coqueta y tu aroma que llenaba cada habitación.

Recuerdo que cuando te fuiste quedó un poco de tu perfume
y yo lo usaba para recordarte e imaginar que aún dormías conmigo
y en ocasiones importantes lo usaba para sentir tu compañía.
Pero hace años que se acabó, y no te encuentro en otros lados.

Y así están las cosas. A veces leo lo que he escrito hace tiempo
y siento que no he cambiado mucho,
sigo pensando igual y extrañándote tanto como el primer año,
aún después de diecinueve... 

Sigues siendo mi única destinataria, la que más deseo que me lea.
Así que por el momento seguiré mirando por la ventana,
imaginando tu perfume, imaginando tu silueta,
hasta el momento que vuelva a verte y a leerte cada una de las entradas
de este blog que lleva tu nombre.

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