viernes, 28 de marzo de 2014

Veo todas estas teclas... Pero te prometo que ni cada una de ellas, podría ser capaz de escribir cuánto te extraño.
Es difícil pensar en que casi todo lo que escribo, va dirigido hacia ti, pero... Nunca lo leerás.
Solías escribir siempre. Recuerdo verte cada noche con un cuaderno y un lápiz en mano, ese era tu tiempo, y todos lo sabíamos, nadie te interrumpía.
También recuerdo que una vez leí uno de tus tantos poemas. Era algo sobre no rendirse, eso que ponías en práctica cada día.
Y me encantaba verte escribir, eras mi modelo a seguir. 
Así que te pedí que me compraras lo mismo que tú, un cuaderno sencillo y un lápiz.
Llegaste con lo que parecía un cuaderno de hadas y muchos lápices de colores. Me dijiste que se vive mejor no solo con blanco y negro.
Entonces esperaba ansiosa esas noches en las que escribías, porque en silencio me unía a tu lado y te miraba por horas. Y empezaba a escribir yo también, la primera página hablé de ti, de lo mucho que te amaba, de todo lo que tuve que decirte algún día, pero ese día se acabó muy pronto.
Llegaron los días difíciles, esos que casi nunca estabas en casa y te teníamos que enviar cartas porque tampoco podíamos verte.
Entonces saqué una página de mi cuaderno y te conté mi día, de lo mucho que te necesitaba a mi lado, y de que sabía que estabas siendo fuerte. Por nosotros.
Y así pasaron los días, hasta que volviste.
Un poco menos fuerte, pero siempre con esperanza y una hermosa sonrisa en tu cara.
Te observaba por horas, no te gustaba porque ya no eras como antes, pero para mi siempre fuiste hermosa.
Entonces un día decidí mostrarte mi cuaderno, porque sentía que era tuyo más que mío.
Ni siquiera estaba completo, y supongo que lleno de rayas incoherentes, pero con muchos colores, como querías.
Lamentablemente, nunca pudiste verlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario