Hoy me decidí a quemar tu carta.
Sí, la que no sabía que hacer con ella...
Aquella que cada vez que la leía me sentía de mil formas diferentes;
recuerdo que la primera vez la leí mil veces para no olvidar nada,
y tiempo después la volví a releer y aún me sabía todo de memoria.
Con el paso de los años lamenté el día en el que la recibí,
porque ese día cambió todo
y porque aún recuerdo cada palabra que escribiste.
Recuerdo las 17 líneas exactas, las 143 palabras continuas,
las 9 comas ortográficas, los 6 puntos aparte...
Y créeme que también recuerdo perfectamente que
se te olvidaron ponerle
algunas cuantas verdades.
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