martes, 25 de marzo de 2014

Lágrimas recorren su rostro, lentamente acarician sus mejillas, gota a gota
Párpados tristes, cerrados para evitar que cualquiera pudiera observarla con los sentimientos al aire. Lo odiaba.
Mirada apagada, como noche sin luna, sin estrellas. 
Lágrimas saladas, como el mar. Profundo, pleno, lleno de sensaciones. 
Silencio rotundo, sentenciado. Esperaba que nadie la escuchara, pero dentro de sí gritaba, eufórica, poco a poco salen ruidos de su corazón delator, agitado, sin poder evitarlo.
Abre los ojos, y la luz del amanecer la confunde. No recuerda haber llorado tanto...
Busca a su alrededor por alguien que pueda haberla estado escuchando. Nada... 
Se ve a ella misma tentada a dejarlo salir, todo. Es necesario. Pero se contrae, cobarde.
Se agacha, toca el piso y se lamenta una y otra vez. 
La marea subió en la noche, casi no se da cuenta que el agua roza su piel.
Descalza camina por la orilla de la playa, no se da cuenta de nada más que de ella y el sonido de las olas.
Le encantaría escapar por ellas, las encuentra tranquilas, pero mortales.
"¿Y si...?" se pregunta una y otra vez.
Pero nada es más patético que escapar con la muerte. Hasta ella lo sabe.
Se detiene y respira. La puesta de sol está en su punto. Haciendo un espectáculo solo para ella.
La recorre un viento helado, de esos de otoño. Sonríe. 
Se deja querer por esta brisa marina, soñar, volar. Sensaciones la inundan.
La paz llega a ella y no quiere hacer otra cosa más que estar ahí, por siempre.
Pero sabe que en algún momento tiene que volver a la realidadenfrentar.
Se seca las pocas lágrimas que el viento le dejó como recuerdo y se va sin mirar atrás.
Ahí, en esa arena infinita, en esas olas pacíficas, en ese sol de colores, ha dejado su ser atrás.
Si vuelve la mirada, vuelve al pasado. Así que solo camina, paso tras paso.

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